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Cuando la justicia se vistió de falda
1937. Bogotá era una ciudad con distancias cortas, aire puro, y un encantador tranvía. Para el rector de la Universidad Externado de Colombia sería un año inolvidable.
Ricardo Hinestrosa Daza, con sorpresa, aceptó la petición de las dos mujeres que visitaban su despacho con estas palabras : “Yo tengo mucho gusto en recibirla, pero no respondo por el comportamiento de los muchachos”. Rosa Rojas Castro era admitida en la facultad de Derecho del Externado. Una mujer, la única entre 300 hombres que estudiaban jurisprudencia. Por los pasillos de la facultad de Derecho una joven de tez morena, cara alargada; con zapatos de suela de goma y libros gruesos bajo el brazo, era acompañada por su progenitora. Durante el primer año de estudios Rosita, como sería conocida por el resto de su vida, fue escoltada por su señora madre, pues según ella, era menester que la niña se acostumbrara al ambiente. Hinestrosa Daza, en broma, se preguntaba cuál de las dos se graduaría primero.