Don Giovanni, el rey

... que bailar es soñar con los pies.
J.Sabina
 
Es de esas amistades que uno nunca elige pero te atan para siempre. Es de esos tipos que te llegan con dos cervezas a la mesa, te presenta una buena vieja y te regala la botella más fría. Tiene un aire de pescador napolitano; flaco, alto y buena pinta. No es buen negocio presentarle alguna amiga porque te deja tieso mientras se pierde con tu presa en la pista y tal vez no los vuelvas a ver en menos de dos semanas.
 
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El rey del baile

Nació para las mujeres y el baile. Viste a la moda y es actor. Dejó de ser el orgullo de la familia para ser la vergüenza de la casa. Lo puede ver uno por ahí en cualquier centro comercial haciendo las veces de maestro de ceremonia disfrazado de pirata o explorador en las promociones de las películas de Disney. De niño ayudó a cargar y acomodar fiambres en las dos funerarias que tiene su padre. Ha sido taxista, mesero, cortador de ropa y vendedor de frutas. Abandonó la academia militar por el sueño de estudiar actuación. Recuerda con ilusión, mientras moja su garganta con tu cerveza, el día en que pasó la audiencia de admisión en la Escuela del Teatro Libre con un fragmento de "La vida es sueño".
 
 
Y es que les llega a las damas con ese aire gozoso, frágil, nada de macho latino, inspirando la protección de la niña de turno, con esa mirada de perro apaleado y andaluz, mientras le extiende la mano y a la pista y a bailar y a dejarla en las nubes con uno de sus tantos pasos. El sabe que afuera es un don nadie, uno más, un pobre diablo que se gana la vida como sea, pero en las noches de los jueves, viernes y sábados es Don Giovanni, el rey.
 
Lee poco pero vive mucho. Bebe como un barril sin fondo y siempre paga las cuentas. Llegaba borracho a clase con mirada de poseso y con la intención de matar por la espalda. Su mejor amigo dice que tiene problemas con el alcohol. Duerme mal y sueña de día. Le hace feos a los serios compromisos que acompañan las escaramuzas del corazón, nada de hijos y todo por los sueños.
 
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Natalie, Winona y Penélope

Le aterran las ratas y las arrugas. Tiene alma de puta y a los 28 años sabe que el tiempo se escapa entre las manos. Sueña con Nueva York y la piel tibia de esa vieja amiga que allí lo espera. Sabe que el mundo es dinámico y no puede quedarse encerrado entre las montañas de los Andes. Va al cine una vez por semana y le brillan los ojos cuando en la pantalla aparecen Natalie, Winona y Penélope, sus actrices favoritas.
 
Es un animal que agolpa historias sobre las mesas de bares desconocidos, lugares con aire marginal, maldito y subterráneo. De esos rotos a los que vas dos veces y a la tercera ya tiene el letrero de sellado. Allí, sobre la tabla y luego de varias rondas, define su naturaleza con esa trillada fábula del escorpión y la rana. Usa poco la cabeza a la hora de tomar decisiones. Mirando las tablas del camarote decidió dejar la vida militar y resolvió pedir la baja. Desde entonces su padre no le habla. Así, por instinto, la milicia y la patria y la guerra perdieron un oficial. Así, por instinto, las pistas se ganaron un rey y las universitarias un amante. 

Las baquetas de Charly Alberti

Colecciona historias dignas de los libros de Henry Miller. Desde que se graduó de bachiller donde los salesianos, ha saltado matones, novios celosos, amantes ofendidos y esposos sedientos de venganza. Guarda con celo en su alcoba una de las baquetas que arrojó el baterista de Soda Stereo en un concierto, por la que casi lo matan. Anécdotas que cuenta entre botella y botella, y mientras mueve la cabeza como un muñeco de auto mientras canta Karma, Police o "Sweet child of mine" con esa voz aguda y chillona que parece más un quejido o un lamento. Lances que no le ocurren a cualquiera, como la vez que se le apareció el diablo y dos tías lo llevaron a donde los curas para que estudiaran el asunto. O la de la noche que dejó como prenda su chaqueta en un burdel y al otro día regresó a las diez de la mañana a reclamar la vestimenta y a despertar a las putas.
 
 

La soledad del latin lover

Recomienda bares, restaurantes y discotecas de pura ilusión con los que deslumbra nenitas. Su encanto de latin lover se apaga pronto y queda por ahí, como dice, destilando soledad, con ese corazón de galán de telenovela y dispuesto a liarse con cualquier vieja, sin ascos ni selecciones, para que lo recoja y lo cuide por unas horas. Las mujeres se mueren porque las saque a bailar. Pero como experto que es en cuestiones de pista y vida, sabe que la mejor pieza es la que se baila solo.
 
Tenemos pendiente unas botellas en uno de esos lugares de baile, mujeres y pelea. Porque esos días de sobresalto están contados. Porque sabemos, como asegura, el rey:
Que atrás quedaron los días en los que eras fuego de día y cenizas en la noche.
Héctor A. Calderón B.

Escritor, guionista y docente universitario.

Premio Nacional de Guión 2010.

Ministerio de Cultura, Colombia. 

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