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Entrevista al escritor Néstor Bautista Mancilla: “Los 'padres solteros' también existen”

Casi un año atrás,en la 32 Feria del Libro de Bogotá, el escritor colombiano Néstor Raúl Bautista Mancilla presentó al público "Laberinto", su primera novela. Fruto de dos años de trabajo el periodista bogotano debutó en los terrenos de la literatura con una obra que logró instalarse entre los finalistas del prestigioso premio Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana. "Laberinto" cuenta la historia de un padre soltero que busca a su hijo adolescente desaparecido en una ciudad agresiva que desnuda la indiferencia de muchos y la solidaridad de muy pocos.
 
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"Tedio" - Cuento de Néstor Bautista Mancilla

‘El farsante publicó las fotos fabulosas’.

Después de dormir mal, doña Felisa recordaba al despertar unas frases sin sentido, sonoras y, en este caso, dolorosas. Esa noche, como durante las anteriores 23, sus pensamientos solo eran para el marido con el que estuvo durante 20 años.
 
“Ese maldito”.
El día anterior su hija, de 19 años, la había visitado y le mostró fotos de su papá en Cartagena con la nueva novia. Se veía sonriente, abrazando a una mujer de torso juvenil.
 
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"Tarrito" - Cuento de Néstor Bautista Mancilla

—¡Mi tarro, mi taaaarroooo… mi taaaarrooooo….! —les grito a los pendejos del ‘indio’ y ‘carerojo’, pero no se levantan.
Me escondieron mi tarro y como saben que yo-que yo me desespero cuando me despierto sin mi tarrito, me la volvieron a hacer.
¿Los granpendejos se hacen los dormidos o el dulce lo tienen todavía metido en las vísceras?
—¡Aaabraaaa… aabraaaa… puerta-puerta….! —le grito al guardia azulado, pero me pone la mano abierta en el aire pa’que me espere.
Cinco minutos más para agarrar mi tarrito. ¿Cómo voy a comer? Y tengo ganas de mear. Me asomo por la reja y lo veo allá tirado. Mitarrito-mitarrito, tan solito, aguantando frío. Como si no supieran del frío que hace por la mañana. Malparidos, hijosputa, mi tarrito en ese patio y sin colchoneta pa’ dormir. Ya se me llenó la cabeza de mierda. Corro la cortina de mi pedazo de cambuche, camino hacia la colchoneta del ‘carerojo’ y le doy un patadón en el estómago. Pero el hijoputa ni se mueve.
 
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